sábado, 26 de enero de 2013

La Guardia Vieja.




Sustraigo parte del título de la última novela de Arturo Pérez-Reverte (El Tango de la Guardia Vieja) para introducir la entrada de hoy.
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Con una calidad técnica admirable en su escritura, con una documentación exhaustiva y rica en detalles para describir ambientes y personajes, con una doble narración de historias pretéritas que confluyen en un tiempo ya pasado, Arturo Pérez- Reverte maneja una historia turbia de amor, traiciones y espionajes, recorriendo cuatro décadas del siglo pasado, convulso y fascinante.
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Entre la luz crepuscular de una época ya extinguida, en sus páginas descubro el fascinante mundo del tango, el de la Guardia vieja. Una melodía más rápida, más cortada, más fiel a los orígenes de un género que nace de la mezcla y fusión de la cultura de emigrantes europeos (italianos, españoles y polacos principalmente), descendientes de esclavos africanos y nativos de la región.
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En los arrabales de Buenos Aires, en Barracas o La Boca, en tugurios de baja estopa, quilombos peligrosos, fulanos con aíres de compadrón trasnochado, saco apretado, bigote espeso, el ala de los sombreros caídos sobre los ojos  y pañuelos de seda anudados al cuello, hampones de la noche dueños y señores de las milongas, bailan con las minas, mujeres seductoras y de dudosa respetabilidad algunas, melodías sensuales expresiones de los más íntimos sentimientos.
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Son ellos los que mandan y dirigen los tiempos, sus pasos, los quiebros, los giros, los toques y enrosques, sacadas, los traspiés y las infinitas salidas. Ellas acompañan, siguen los pasos, obedecen en las quebradas, responden a los cortes, se anticipan a la orden de un ademán apenas perceptible, representando una resignación de hembra sin posibilidad de fuga. Y todo ello configura una estampa que desborda sensualidad, casi lujuria y porque no decirlo lascivia liberada entre un hombre y una mujer.
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Enrique Santos Discrépolo, uno de los máximos poetas del Tango, lo definió como un pensamiento triste que se baila. El argot que se utiliza, el lunfardo, la lengua del arrabal, está lleno de expresiones italianas, africanas, aimaras, lombardas, francesas, gallegas, que se fusionan entre sí para construir poemas del desamor, desengaño, amor y deseo.
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Me gusta este mundo depravado. Reclama mi atención, mis sentidos, este mundo lejano de historias fabuladas, de historias incontables, de sórdidas historias de amor, de venganzas, de duelos barriobajeros, de peleas mortales en los arrabales. Me gusta ese mundo más auténtico en las mentiras de la vida, más puro en los sentidos, más cierto en sus pasiones.
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Es el tango de la guardia vieja, es el tango de los quilombos, en los arrabales de la vida.
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sábado, 19 de enero de 2013

Tarde no es, y prisa no tengo




Tan sólo dos días han pasado de mi quincuagésimo aniversario y como viene ocurriendo cada año desde hace cuatro, acudo a esta cita pública para compartir nuevos sentimientos y sensaciones ligados íntimamente a mi ser.
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Dice José Saramago en su poema:

“..Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
Pues llevo conmigo la experiencia adquirida,
Y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo?
Eso ¿A quién le importa?
¡Tengo los años necesarios para perder el miedo,
Y hacer lo que quiero y siento!
Qué importa cuantos años tengo
O cuantos espero, si con los años que tengo,
¡Aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!”
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Cuando uno alcanza una edad que sobrepasa suficientemente la mitad de su vida, cuando el almanaque se reduce camino de esa última hoja que a todos nos espera, cuando acumulas ya más primaveras de las que te esperan, empiezas a sentir un colisión de sentimientos que zarandea todo los cimientos de tu ser.
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Hace tiempo ya que las dudas se convirtieron en certezas, que los sueños quedaron maltrechos en su mayoría por el camino de la vida, que los anhelos se convirtieron en realidades y que las más de las ilusiones se truncaron sin ser alcanzadas.
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Hace tiempo ya que derramé lágrimas prematuras de dolor por los que se fueron, que herí mi alma con heridas incurables, que la soledad por las ausencias queridas me acompaña.
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Tarde no es y prisa no tengo para andar el último trecho, sin miedos, con el equipaje justo, con la libertad necesaria de elegir sólo aquello que quiero.
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No es tarde aún para tomar de la vida lo mejor que me ofrezca y prisa no tengo para terminar de saborear lo bueno que ya tengo.
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Tarde no es para cumplir alguna esquiva quimera, y prisa no tengo para agotar la ilusión que aún mantengo.
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Tarde no es para seguir viviendo, y prisa no tengo para terminar muriendo.

sábado, 12 de enero de 2013

No permitáis que nadie os robe vuestros sueños.




Había iniciado este año algo pesimista, mi primera entrada para dar la bienvenida a este nuevo año, incipiente aún, ha sido criticada de palabra y algún pescozón que otro me he llevado por ello. No quiero convertirme en un ladrón de ilusiones, en el malvado agorero que todo lo tiñe de negro. En un intento de proteger mi mal trecho ser, estoy seguro que pinté una cruda realidad que igual rebosaba pesimismo a borbotones. Dibujé un manantial de agónicas sensaciones, y quizás en el exceso convertí mi escrito en una cloaca mal oliente, en un vertedero de infortunios, en un muladar de estiércol y basura.
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No era mi intención, y si así he trasladado mis sentimientos, desde aquí y en este mismo instante, pido públicas disculpas por ello y rectifico para dejar incólume el historial de este blog que más os pertenece a vosotros los fieles seguidores que al autor de estos dislates.
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Redimo pues mi pecado de escribidor de necedades y cumplo mi merecida penitencia rogando a quién leéis estas insulsas prosas que protejáis de Dios y del Diablo todos vuestros sueños, que peleéis por ellos sin dar tregua al contumaz enemigo en cualquiera de sus manifestaciones, y cual carceleros del más preciado bien defendáis vuestro más amado tesoro de sueños e ilusiones. Sé que el destino es caprichoso y juega con las cartas marcadas todas sus partidas, pero a pesar de ello, y aún perdiendo en el camino muchas manos, el merecido premio será mantener intactos vuestros deseos más íntimos, vuestras quimeras y anhelos más personales.
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De vosotros depende únicamente que la ilusión ilumine cada acto de vuestras vidas, que a pesar de los peores augurios y los nefandos pronósticos salgáis victoriosos de cada batalla, que no os pueda el hastío y el agotamiento y que a cada paso que deis por la senda de la vida os acompañe siempre la radiante luz de vuestros ideales.
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Nada hay que temer, por penosa que sea la dificultad la capacidad de imponer nuestra voluntad siempre será más férrea, el compromiso por imponer nuestros principios siempre será más firme, y la voluntad de alcanzar nuestro objetivo imposible de doblegar.
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Nuestros sueños son el motor de nuestras vidas, no dejéis que nadie os robe los mismos, no permitáis que os sustraigan la ilusión por verlos al fin cumplidos algún día. Sin ellos viviremos como seres inertes, como muertos vivientes, y muy largo será el camino. 
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martes, 1 de enero de 2013

2013: ¡No me gusta, no me gusta!


Lo adelantaba en mi última entrada del año que ha terminado hace poco más de once horas, este nuevo que hoy iniciamos no me gusta, no me gusta.
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Nada tiene que ver con la terminación de un número bajo sospecha siempre en la superstición popular, ni aún ha tenido tiempo suficiente para darnos un gran disgusto, simplemente y como coherencia a lo ya escrito en otras ocasiones, la prolongación de estos 365 días que tenemos por delante pinta bastos una vez más.
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Para ir por partes y por aquello de ser justos el día ha despertado por estos lares frío y desapacible. Muy de mañana salí como de costumbre a pasear con Klaus, las primeras horas de cualquier día 1 de cualquier año es un desierto humano por los caminos y sendas que rodean mi casa, ni un alma con la que cruzarse durante todo el paseo. El frío y la humedad se adueñan del cuerpo que aún mantiene el calor de una ducha confortable y el primer café del día. La niebla espesa esconde los recodos del camino, engaña los sentidos y boicotea un intento de doblegar la pereza y a penas concede media hora de caminar sin acentuar la necesidad de volver al refugio del calor del hogar. Un rato más tarde recorro las calles de un pueblo que se despereza, los primeros vecinos que han salido a la calle con la intención de encontrar el pan aún caliente de la única tahona abierta se entremezclan con los últimos de Filipinas volviendo a sus respectivas casas destrozados por una noche que esta por terminar, maltrechos y agotados después de haberlo dado todo y un poco más. Un espectáculo en algunos casos muy lamentable.
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Todo suena a viejo, a algo ya vivido año tras año. Poco o nada ha cambiado, todo continua igual que hace un año, todo es igual de ajeno, de extraño y lejano. No hay un solo signo o señal de que iniciamos un nuevo ciclo, una nueva era, un nuevo periodo.
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Con estas sensaciones vuelvo a casa para cumplir con esta cita y me descubro igual de contrariado que hace unas pocas horas. ¿Qué nos puede ofrecer este nuevo año? ¿Qué nos vamos a encontrar por delante, en un futuro inmediato, en estos nuevos doce meses que están por llegar? El año pasado, un día como hoy, escribía que el año que ya terminó sería el de la solidaridad, que habría que saber renunciar a  muchas cosas y que deberíamos quedarnos con los pequeños detalles, los pequeños gestos, las metas más inmediatas donde se esconde la verdadera felicidad. ¿Y para este que pedimos? No encuentro la respuesta adecuada, da vértigo pensar e intentar adivinar que nos espera, la fatiga acumulada ya es inmensa, el esfuerzo ofrecido ha sido magnánimo, el compromiso mastodóntico y las fuerzas flaquean. Me gustaría ser optimista, me gustaría imaginar un año placentero en las antípodas del ya finiquitado, pero la realidad se obstina en pronosticar aún un mayor sacrificio, más dolor y mayor penuria.
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No me gusta, no sé hasta donde darán de si las pocas fuerzas que aún me restan, tengo el depósito en reserva, con el piloto rojo encendido desde hace ya meses, seguir estirando la goma sin romperla me parece una tarea que roza el límite de mi elasticidad.
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No me gusta, los pocos refugios de los que dispongo para protegerme de los ataques diarios se desquebrajan, la solidez de mi persona se tambalea y la sensación de la derrota final por hastío es mayor cada jornada. Necesito encontrar el elixir de la felicidad, necesito descubrir la pócima mágica que embargue todos mis sentidos y cree una nueva realidad o fantasía que me permita alcanzar el fin de este nuevo año sin dejar mi maltrecha alma en el intento. Necesito establecer un nuevo orden interno para mantener incólumes mis principios más básicos y obtener así una nueva victoria por pírrica que sea.
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Iniciar de esta forma y manera el año que hoy nos saluda no es precisamente un canto a la esperanza y la ilusión, iniciar así esta nueva andadura no presagia nada bueno, comenzar una nueva incursión en el bando del enemigo de esta guisa no asegura victoria alguna, pero hay veces que un pesimista es más certero que un optimista mal informado, y si nada esperas no arriesgas a que el premio final sea una nueva decepción.
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No me gusta, no me gusta este 2013. Nada le pido, nada espero, nada me ofrece, sólo tengo la convicción de que el tiempo es inexorable y que en su tozudez llegaremos también a su sepelio y que espero estar entre los que le velen y acompañen en su entierro. Lo mejor de este año es que al igual que todos los anteriores también tiene su fin.
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