domingo, 22 de febrero de 2009

Cosas de Ayer

Me estoy haciendo mayor. Cada día siento más nostalgia del pasado, busco en mi memoria recuerdos de la niñez, recuerdos de una vida ya pasada, de días de felicidad e ilusión, de estabilidad y despreocupación, momentos llenos de alegría, donde los problemas no eran aún una sombra si quiera de lo que todavía estaba por llegar.
Hace poco, matando algún rato desocupado, entretenido en no hacer nada, descubrir en el océano de Internet una página que me lleno de nostalgia, un espacio para recordar, http://www.teacuerdas.com/ , una llave para abrir el baúl de la memoria y traer hasta hoy algunas de las cosas casi olvidadas en la cambra de mi persona. Fui descubriendo los juegos con los que tantas horas compartí con mis hermanos, los comics, los tebeos, libros, mis cromos, aquellas series de televisión que tanto nos impactaron, la música, los "nuevos" coches que dejaban ya al mítico seiscientos viejo y anticuado. Volví a mi pasado de golpe, en mi cabeza se agolpaban muchos de mis recuerdos, imágenes de mi niñez, reuniones familiares, eternos partidos de fútbol con porterías señaladas con piedras en algún descampado, pedir a pies para elegir tus compañeros de equipo, el dueño del balón que jugaba siempre, mediar por mi hermano un poco más pequeño, pero un defensa letal que en más de una ocasión iniciaba una batalla campal con el equipo contrario por llevar a las máximas consecuencias su postulado de que o pasa el balón o pasa el delantero, pero nunca los dos juntos. Yo fui un niño de pan y chocolate para merendar, fui un niño de horas de calle con los amigos, jugando al fútbol, al churro media manga, manga entera, a policías y ladrones. Fui un niño que de vuelta del cole, cada tarde podía salir a la calle hasta que el sol se escondía, para volver después a casa, hacer los deberes, siempre estaban "chupados", un baño, cenar y a la cama. No había manera de sortear el implacable control de mi madre y de mi abuela, para entretenerme despistado junto con mis hermanos en el salón, esperando el inicio de aquellas películas de dos rombos, que insinuaban siempre mucho más que mostraban. Fui un niño que se crió con "El Virginiano", "Bonanza", los domingos a las tres comidas familiares con un exquisito pollo a la sal, que mi abuela primero y después mi madre cocinaban con todo su amor para nosotros.
Nostalgia de un pasado de "Cuentame", nostalgia de una niñez alejada de todos los sinsabores que hoy como adulto vivo y me ha tocado vivir, alejada en el tiempo del dolor de los seres queridos ya desaparecidos, alejada de todos los duelos que en esta vida, o quizás en cualquier otra, nos araña el alma, la hiere de muerte; nostalgia de todas las ilusiones que están aún por llegar, de esos planes y proyectos que hace algunos días relataba, y que por entonces estaban todos por cumplir, sin renunciar a nada en la vida, teniendo todo por hacer, sintiendo que el mundo que te rodea es lo suficientemente seguro que nada en el futuro producirá una sola lágrima de dolor.
Las cosas de ayer, las cosas que me han hecho como hoy soy, como hoy me veo, como hoy me veis; momentos, seres queridos, amigos, vivencias de mi pasado, mi infancia.
Las cosas de ayer, que en el fondo son las cosas de hoy, las que me han acompañado durante todos estos años, las cosas que han moldeado mi ser. Ni buenas, ni malas, iguales o distintas a las tuyas, pero las cosas que definitivamente me han hecho la persona que ya seré hasta el último de mis días.


viernes, 13 de febrero de 2009

Tengo Miedo.(Pablo Neruda)


Tengo miedo.La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
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Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
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Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
¡abandonada en medio de la tierra infinita!
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Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
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Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
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Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
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domingo, 8 de febrero de 2009

Tarsila do Amaral


Hoy vengo aquí tan sólo a compartir con vosotros un descubrimiento que realice ayer noche. Se trata de la obra de esta pintora modernista de origen brasileño, Tarsila do Amaral.
Me fascinó su pintura, me pareció extremadamente sugerente y realmente bella. No soy un conocedor en absoluto de su obra, y mis conocimientos en arte son bastante pobres. Nunca he tenido una especial sensibilidad y mucho menos suficientes conocimientos para poder opinar técnicamente sobre el arte de la pintura. Me imagino que como a muchos nos pasa, de vez en vez acudimos a un museo, exposiciones, galerías de arte, y disfrutamos de todo aquello que nos llena de sensaciones de belleza, hermosura, e incluso de bien estar al contemplar una obra creada por otros para nuestro propio disfrute.
He visto a través de fotografías alguna de sus pinturas y todas ellas me han perecido hermosas.
Tarsila de Amaral vivió en la ciudad de las luces en los años veinte del siglo pasado. Allí, parece ser que se empapo y aprendió las corrientes pictóricas de la época y de vuelta a su Brasil natal, empapada de la cafeína creativa de aquel hervidero de novedades (la frase es prácticamente literal de la crónica que ayer leí, pero extremadamente gráfica) decidió aplicar sus conocimientos a la realidad local y primigenia de su tierra natal. Aplicó las enseñanzas del cubismo, fauvismo y surrealismo a los chamizos, a la floresta, los cielos cerúleos, y la negra exuberante de Brasil.
En la fundación Juan March hay una exposición de su obra hasta el 3 de Mayo, creo que es una buena oportunidad de conocer y disfrutar de sus cuadros si esta muestra que encabeza el escrito, ("Cerro de la Fabela, 1924),te ha seducido de la misma forma que a mi.
Yo sin duda alguna me daré una vuelta para conocer algo más de Tarsila do Amaral y disfrutar de la belleza de sus pinturas.

domingo, 1 de febrero de 2009

Por el boulevard de los sueños rotos


El título de esta canción de Joaquín Sabina me sirve hoy para hablar de sentimientos, de ilusiones, de frustraciones, de planes y proyectos incumplidos. Lo que a partir de aquí empiece a fluir en forma de palabras escritas, nada tiene que ver con la letra de esta composición. Es una buena escusa para tratar de rescatar de la memoria algo de todo aquello que he dejado en las cunetas de la senda de la vida.
Hace pocos días celebraba mi cuadragésimo sexto cumpleaños; más, mucho más de lo que será la mitad de mi vida. Es un hecho que en mi familia tenemos el mal gusto de no emular a Matusalén, y somos todos de recorrido corto. Por lo tanto, me encuentro en un punto donde puedo empezar a contar y enumerar todos aquellos proyectos que se quedaron en el limbo de los sueños.
Hay una célebre frase de uno de los grandes genios de la música de todos los tiempos, John Lennon, que me puede dar píe y ayudar a entrar en materia: “La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”. Sin duda alguna esto es así de cierto, y así de sencillo.
Desde una temprana edad, pasados los tiempos que uno quería ser futbolista del Real Madrid, o torero para emular las hazañas de los diestros de la época: Paco Camino, alguno de los hermanos Bienvenida, Palomo Linares, o quizás bombero, policía, héroe nacional, internacional e intergaláctico, y todo tipo de profesiones sujetas a la aventura y el riesgo con su correspondiente reconocimiento mundial, mi primer sueño profesional con cierta consistencia fue aspirar a convertirme en el Dr. Joe Gannon español y patrio, formar mi propio Centro Médico, y ser el gran doctor que todo lo cura y todo lo puede, y romper todos los corazones femeninos que seguramente caerían a mis pies enamoradas perdidamente de mis conocimientos, mis encantos y todos los dones que como aquel apuesto doctor reuniría en mi persona. Lástima de selectividad, el que apuntaba a genio de la medicina quedose en aprendiz de una ciencia mayor y más importante, pero mucho menos lustrosa y vistosa socialmente hablando, la biología. Esta fue sin duda alguna la primera gran sensación de derrota, el primero de los sueños rotos que he ido acumulando en mi vida.
Hay más hitos que recordar, alguno de ellos lejano en el recuerdo, de un pasado cercano al primero. Recuerdo vivamente una vocación pasajera para ser misionero laico en campamentos de verano en el continente africano. Otro plan incumplido, otro sueño de juventud aparcado en la cuneta, y en esta ocasión agradecido a los dioses, porque el sueño pudo terminar en pesadilla. Después de gestionar todos los documentos y a falta de alguno de los papeles que tardaron en llegar, descubrí que aquella experiencia veraniega, que debía ser suficiente para saciar toda mi sed de benevolencia, voluntariado y cooperación con el tercer mundo, se convertía ante mis ojos en un acuerdo y contrato con la organización para los siguientes cinco años de mi vida. Hoy no sé todavía si aquel equívoco resuelto a tiempo fue una señal para cambiar por completo el destino de mi vida. Seguramente en aquel momento salvé mi futuro de ejecutivo de medios de comunicación y empresas de publicidad, pero algo me dice dentro de mi que de haber llegado el dichoso papelito hoy viviría en África y estaría volcando todas mis energías y esfuerzos en los más necesitados.

Pero si hay algo que de verdad he dejado en mi camino, algo que ni tan siquiera he tenido el valor de empezar, es sin duda alguna la posibilidad de escribir un libro, una novela, un relato de la vida. Llevo años, muchos ya, mintiéndome sobre esta posibilidad, dejando transcurrir los días, buscando excusas para empezar siempre mañana. En el fondo o en la superficie es sólo miedo, miedo a no saber como hacerlo, miedo a no tener nada que contar, miedo a descubrir que mi mayor anhelo no es practicable por falta de talento, por reconocerme la incapacidad total y absoluta de recopilar y enlazar con cierto sentido, con cierto ritmo, la infinidad de hechos y sentimientos, que tantos otros trasladan a un papel con una facilidad pasmosa, con un acierto absoluto, con un resultado asombroso en todos los casos. Durante mucho tiempo me he afanado en leer todo tipo de libros, todo tipo de relatos, artículos en revistas, en periódicos, he buscado diferentes tipo de lecturas, he intentado empaparme de todo lo que en mis manos ha caído, y siempre con el último objeto de soñar que yo también algún día podría enlazar palabras, que una tras otra terminarían dando vida a una creación que llevaría parte de mi. Cada vez que termino un libro descubro la fascinación que despierta en mi el autor, la autora, ya no tanto por lo que me ha contado y lo que he sido capaz de vivir a través de sus páginas, me fascina la idea del poder que demuestran al llenar decenas, cientos de hojas en blanco con historias que retiene al lector, en este caso a mi mismo, entregado en cuerpo y alma, robando tiempo al tiempo para abstraído de la mundana realidad pasar a ceder mi voluntad a la voluntad del autor. Que envidia, y al mismo tiempo que incapaz, que falta de tener algo realmente interesante que contar. No quiero parecer petulante, creo tener la posibilidad de conocer la técnica, de aprender lo suficiente para elaborar técnicamente un escrito, me imagino que habrá que ser infinítamente modesto y dejar en el camino miles y miles de hojas sin sentido, miles y miles de horas dedicadas a aprender a no acertar con lo que escribes, pero si creo que como muchas técnicas al final puedes llegar sino a dominarlas, si a tener un nivel suficiente como para hacer algo no demasiado desdeñable. Lo peor sin duda es tener algo que contar y que interese a alguien más que a uno mismo. Esa es para mí la verdadera esencia, eso es para mí el único secreto, y este es el verdadero anhelo de mi vida, es el gran proyecto que jamás haré y el que más me dolerá dejar en la cuneta.

Habría alguno más, otra frustración secreta es no haber aprendido a tocar bien algún instrumento musical, en especial el piano. He soñado muchas veces despierto que tocaba un piano en un bar de copas, sólo por afición, un rato alguna noche en solitario. Llegar al bar, pedir permiso al encargado, un gin tonic junto al piano y jugar durante un par de horas con las notas de canciones como “As Time Goes By”, o “My Way”, Sinatra y Bogart en estado puro.

No hace muchos días mi hermano el pequeño me dijo que esto de publicar en el blog lo que escribo tiene una peculiaridad, y es que quizás desnudo mucho mi alma. No le quito la razón, y ahora que estoy contando parte de esos proyectos incumplidos, me doy cuenta que estoy haciendo algo más que matar el rato escribiendo, estoy haciendo un striptease de mi alma, pero como todo buen stripper guardo para mi lo mejor, o al menos lo más íntimo, y siento dejaros con la miel en la boca, siempre es bueno guardarse para uno mismo una parte de lo que uno es o ha llegado a ser en todos estos años, o una parte de lo que no es y ya no será nunca.

Termino hoy con otra cita, esta vez de un político y escritor irlandés, Jonathan Swift que dijo aquello de: “¡Ojalá vivas todos los días de tu vida!”, y añado yo que en toda tu vida no dejes en la cuneta nada de lo que realmente quieras hacer.